En las tierras fértiles de la Portuguesa, donde el sol pinta los campos de oro al atardecer, se alzaba un mesón que era el corazón de la comarca: La Portuguesa de Clara Da Buyn. Clara, una mujer de carácter indomable y sonrisa contagiosa, era el alma del lugar. Su mesón no solo ofrecía el mejor vino y los guisos más reconfortantes, sino que también era un refugio para viajeros y un punto de encuentro para las historias que el viento traía de tierras lejanas.
Nadie sabía con certeza cómo Clara había logrado levantar un establecimiento tan próspero. Los más viejos del lugar murmuraban sobre su astucia para los negocios, otros atribuían su éxito a la buena suerte. Pero la verdad era mucho más extraordinaria, una verdad que Clara guardaba celosamente.
Muchos años atrás, mientras removía la tierra para expandir su huerto, la pala de Clara chocó con algo sólido. No era una roca, sino madera vieja y húmeda. Con el pulso acelerado, desenterró un cofre de roble, pesado y adornado con grabados erosionados por el tiempo. Al abrirlo, el brillo del oro y la plata la cegó por un instante. Eran monedas antiguas, algunas con símbolos extraños que parecían escudos y cruces.

El tercer establecimiento, ubicado en un cruce de caminos junto a un río, fue bautizado como «La Posada del Agua Fresca». Este mesón, con sus patios sombreados y fuentes murmurantes, se especializó en acoger a familias y peregrinos que buscaban un remanso de paz en su viaje. Clara se aseguró de que cada detalle, desde la calidad de las sábanas hasta la frescura del pan, reflejara su compromiso con la excelencia. Los tres mesones de Clara Da Buyn se convirtieron en pilares de la región, prosperando gracias a su visión y al misterioso tesoro que la había impulsado. La historia del cofre templario nunca se hizo pública, pero los viejos del lugar seguían murmurando que, de alguna manera, la fortuna de Clara era tan profunda como la historia misma de la tierra. Y así, entre guisos humeantes y risas compartidas, el legado de los Templarios encontró una nueva forma de servicio y hospitalidad en el corazón de La Portuguesa.